Ángel Cabral González-Sicilia
Profesor del MUOT. Abogado (Bufete Génova)
Presidente de la Agrupación de Técnicos Urbanistas de Andalucía (ATUA - AETU)

El paradigma de la conurbación se suele proyectar como aquél perímetro urbano conformado por núcleos que originalmente yacían independientes y que a resultas de la expansión y acrecentamiento se han llegado a reunir, fusionar, fundir o unificar. Según la Real Academia española, la conurbación es el "conjunto de varios núcleos urbanos inicialmente independientes y contiguos por sus márgenes, que al crecer acaban formando una unidad funcional". Y desde la óptica de la ordenación territorial y urbanística, el fenómeno de la conurbación viene refiriéndose al proceso o resultado del crecimiento de varios focos de población, donde uno o varios de ellos puede encabezar al grupo, integrándose los demás con dicho eje básico para formar un sólo "sistema" que suele manifestarse bajo perfil jerarquizado. Si bien las distintas unidades que lo componen, pueden preservar su propia independencia funcional y dinámica.

Este neologismo ("conurbation"), fue acuñado en 1915 por el escocés Patrick Geddes, haciendo referencia a un área de desarrollo urbano donde una serie de ciudades diferenciadas entre sí, habían crecido al encuentro unas de otras, adheridas por intereses comunes (industriales o de negocios, o por un centro comercial o recreativo común, etc.).

Así pues, un espacio conurbado se teje de diversos componentes poblados que se diferencian funcional y orgánicamente, presentando, cada uno de ellos, una disposición del territorio peculiar. Desde el punto de vista territorial, la conurbación, no obstante, no requiere de la continuidad física de los espacios construidos, aunque es harto frecuente que los ámbitos suburbanos de unos y otros núcleos contacten enlazando mediante, por ejemplo, las carreteras o los espacios libres y ajardinados.

Ahora bien, en la dicotomía y dialéctica entre ciudad difusa (sin entrar en el fenómeno de la "periurbanización") o compacta (modelos antagónicos), se opta común, generalizada, armonizada y unánimemente por esta última, dado que la primera tiene como resultado un todo disperso, con colosal dilapidación de suelo que a la vez resulta exiguo para atender a la demanda, zonificado estructuralmente ("zooning"), primando la singularización frente a la complementariedad, inconexo, monofuncional, compartimentando el territorio, que excita la inhibición, el individualismo y la segregación social, uniendo las partes a través de una tupida y prolija red de calles y viales desagregados colmatados de transporte motorizado privado, que contribuye a una mayor contaminación, trabando la disposición y accesibilidad de las dotaciones públicas y la prestación de los servicios sociales (ej. recogida de basuras), lo que, indefectiblemente, multiplica el consumo del recurso del suelo (escaso y no renovable), de energía, infraestructuras y materiales, desestructurándose los sistemas del entorno más allá de su capacidad de carga, ocasionando, por ende, un resultado extraño, hostil y antagónico al desarrollo sostenible. Pudiéndose llegar a proclamar que esta visión espacial propicia una ciudad "heterogénea, indeterminada, fragmentaria, inacabada, indiferente, isótropa, equipotencial, aleatoria, caótica, individualista y autista".

Así incluso, nuestros legisladores (tanto a nivel europeo, como estatal o autonómico) se han decantado abierta, unívoca y explícitamente por el patrón de "ciudad compacta", pues parece que con tal arquetipo se propicia y coadyuva a un desarrollo sostenible. El modelo que, en principio, se acomoda mejor a los propósitos mencionados, es el que ha mostrado este tipo de ciudad mediterránea compacta y densa, con continuidad formal, multifuncional, heterogénea y diversa en toda su extensión.

Es decir que se auspicia por aumentar la diversidad, fomentando partes híbridas en el núcleo poblacional, con lo que se impregna a la ciudad de oportunidades, intercambios de información, de complementariedad, autonomía funcional interzonal, proximidad, generando estabilidad en la porción de territorio de que se trate al mezclar gente y actividades en áreas inmediatas, propiciando ahorro, participación, estabilidad, cohesión social y madurez. Así la "mixticidad" y el incremento de densidad gesta el contexto adecuado e idóneo para crear los canales de flujo sustentadores de la pretendida y anhelada organización compleja, consistente y diversa.

Asimismo, consabido es que el ensanche de la ciudad ha sido la causa principal de la dispersión y de la entropía proyectada en el entorno, propiciador, entre otras consecuencias, de una movilidad insostenible. Enfoque diametralmente opuesto es el que ampara la ciudad compacta, pues auspicia la cercanía y con ello la posibilidad de mejorar los itinerarios peatonales, en bici, y la utilización de un transporte público eficiente, liberando de tránsito motorizado privado la mayor parte de las vías en pos de una movilidad sostenible y más limpia.

Del mismo modo, el prototipo de ciudad compacta, favorece el consiguiente ahorro y mejora en la prestación de los servicios de gas, agua, alcantarillado, teléfono, alumbrado, electricidad (en general) o, incluso de fibra óptica, así como del mantenimiento de sus infraestructuras.

La ciudad compacta tiene más visión intrínseca que periférica, pero su sostenibilidad ha de permitir que su núcleo central cumpla con las máximas pertinentes para su habitabilidad y el acrecentamiento de la calidad de vida urbana mediante la regeneración, la revitalización, la reurbanización y el reequipamiento, favoreciendo la accesibilidad universal. Lo que algunos autores califican como el "reciclaje del tejido histórico urbano". Y esa proximidad favorece los servicios de salud, de cultura, de educación, de ocio y los servicios deportivos. Incluso dicha contigüidad estimula el asociacionismo.

En suma, se formula, persigue y propone la concentración (que nada tiene que ver con el policentrismo) desechando la tradicional dispersión de la que brotaron, al parecer, los pueblos y ciudades de nuestro entorno. La cuestión entonces sería si la pauta de ciudad compacta prevista e impuesta atiende a su acepción administrativa-funcional o territorial, estimando que debe pertenecer a este segundo grupo, dado que debemos tender al modelo de sustentabilidad territorial.

Por su parte, el POTA (Plan de Ordenación del Territorio de Andalucía, aprobado por Decreto núm. 206/2006, de 28 de Noviembre, - BOJA de 29 de diciembre de 2006 -), al tratar del modelo de ciudad se posiciona a favor de un "modelo de ciudad compacta y diversificada", empero se impone la preservación de las características y valores propios de los núcleos poblacionales tradicionales (lo que parece un contrasentido, pues este último es el subproducto del proceso de diasporización), previendo los espacios libres como un recurso para evitar los "procesos de conurbación", ordenando la planificación urbanística el vedar "los fenómenos de conurbación de las áreas turísticas, especialmente en el litoral", y estimando esta limitación como criterio para la mejora de la sostenibilidad de los sistemas urbanos.

Es decir, que por una parte preconizamos la ciudad compacta diversa y por otra impedimos que los núcleos poblacionales ya existentes, productos del proceso de dilución que es lo que se pretende atajar, se acoplen para obtener un resultado concentrado, ¿por qué se postula en el POTA en contra de la conurbación de los núcleos cuando ello puede gestar ese anhelado prototipo de ciudad compacta?.

Es decir, que dadas las disfuncionalidades apreciadas en nuestras ciudades es por lo que desde la propia Unión Europea se insta al modelo de ciudad compacta, pues estima que existe, actualmente, dispersión poblacional con los efectos perniciosos antes esgrimidos. No obstante, en el POTA se expone que se persigue un modelo de ciudad compacta, si bien posteriormente no lo favorece, al repudiar, "a priori" y salvo rara excepción, la conurbación y tratar de preservar el actual y negativo resultado evolutivo poblacional, bajo el manto de la conservación de los valores y características de esos pueblos. Si el producto hasta hoy obtenido es lo que pretende frenarse, evitarse y reconducirse ¿por qué pretenden nuestros legisladores preservarlos?. Asimismo, ¿por qué posicionarse rígidamente en contra de la conurbación cuando puede ser una herramienta que pudiera favorecer un modelo de ciudad compacta?.

La conurbación, apriorísticamente, no es ni positiva ni negativa, sino que dependerá puntual y metódicamente de la actuación de transformación urbanística que se pretenda implantar y el enclave en donde se pretenda consumar ("equipotencialidad ubicacional"), de ahí que no podamos mostrar nuestra aquiescencia a esa categórica y férrea prohibición por norma y, a su vez, principio general. Los axiomas pueden comportar esa secuela enigmática de la inflexibilidad eclipsando la actual tendencia de la compatibilidad, la multifuncionalidad, la plasticidad y la adaptabilidad.

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